ANTES DEL DESASTRE
En estos casos surgen las reacciones psicológicas mas graves. En las situaciones de catástrofe, la falta de recursos, de planificación, de prevención, de capacitación, de suministros y de preparación general y psicológica, despierta sentimientos devastadores de impotencia y desesperanza. Si se añade a lo anterior la falta de un sistema de alerta, el impacto que esto causa en la persona, será catastrófico.
La preparación previa al desastre es una actividad en la que deben intervenir diligentemente todas las personas que intervienen en un sistema de salud, es decir, a nivel personal y profesional. Es una de las formas más eficaces de atenuar los efectos que provoca una catástrofe en nosotros, nuestra familia, y los socorristas que pueden acudir a brindar auxilio.
La capacitación y el adiestramiento por medio de simulacros constituyen una preparación excelente para afrontar un desastre, si se efectúan en forma organizada, planeada y programada regularmente. Estas prácticas constituyen medios estupendos para "sensibilizar" a personas y grupos frente a un desastre, y revirtiendo así en gran medida el pánico que pudiera surgir. Cuando una situación está bien ensayada, naturalmente se afronta con un sentido elevado de competencia y confianza. En forma local, programas de este tipo pueden diseñarse con peligros reales, tomando en consideración a la comunidad. Por ejemplo, una comunidad establecida alrededor de un gran aeropuerto puede realizar sus simulacros representando un gran choque irreal de aviones en un área de la comunidad. Otra comunidad cercana a una presa o río importante puede efectuarlos simulando una inundación, y así sucesivamente
La finalidad principal de tales simulacros, desde el punto de vista psicológico incluye:
- Aumentar la conciencia del peligro.
- Facilitar la desensibilización psicológica
- Incrementar la confianza en las capacidades de actuar y de afrontar la situación
- Disminuir la incidencia y la magnitud de reacciones psicológicas negativas, como rechazo, pánico y choque
Las etapas previas al desastre y de alerta suelen constituir un momento en el que las personas sin preparación sienten una ansiedad de cierta magnitud. En su forma leve, dicha ansiedad suele ser dominada por diversos mecanismos subconscientes de defensa. Por lo general, las personas inclusive niegan que exista la posibilidad de un desastre ("nunca me ocurrió a mi"); desarrollan una actitud fatalista ("es inevitable y no puede hacerse nada al respecto") o utilizan racionalizaciones para convencerse a si mismas de que el desastre no se presentará ("en este sitio no ha habido un terremoto en los últimos cincuenta años, de tal forma que las posibilidades de que acaezca disminuyen con cada día que pasa").
Las acciones y las reacciones en la etapa previa al desastre, comúnmente varían de la inactividad y la apatía, a la ansiedad leve (y el "ideal" de planificación y preparación queda en un punto intermedio), la hiperactividad y la ansiedad que aumenta los niveles de pánico son más características de la etapa de alerta. Es importante recordar que muchos desastres como sismos, tornados y accidentes de transporte, normalmente no tienen una etapa de alerta previa.
Cuando se da la señal de alerta, las personas y los grupos sin preparación a menudo sienten pánico, y solicitan desesperadamente información de cómo sobrevivir al desastre que se avecina. El miedo intenso durante este lapso suele acompañarse de pérdida del control y una conducta irracional de escape. Irónicamente, la huida puede ser la mejor técnica para sobrevivir, en algunas situaciones. Sin embargo, es importante que las personas escapen en la dirección apropiada y utilicen su criterio para decidir si huyen o buscan refugio. Al tomar esta decisión hay que considerar el tiempo necesario para ello y la naturaleza del desastre.
Más aún, durante la etapa de alerta la responsabilidad suele recaer en los líderes y las autoridades que son consideradas como "figuras paternas". Dicha conducta puede canalizarse simplemente al dar instrucciones muy autoritarias e información explícita referente a asuntos como evacuación, desplazamiento hacia los refugios y demás.
Las estrategias de intervención durante la preparación previa al desastre, la etapa de alerta deben estar orientadas a la capacitación y actividades que se acerquen a la realidad. Se busca con todo ello, disminuir el rechazo, de modo que los ciudadanos puedan movilizarse y protegerse por si mismos. Proporcionar información concerniente al tipo, la fuente, y la magnitud del peligro, así como los planes de evacuación, si así conviene. Los líderes competentes deben comprender los aspectos relevantes del inminente peligro, y transmitir las medidas defensivas o evasivas apropiadas que deben ponerse en práctica. Entre los factores significativos que modifican la intervención en este momento están el grado de planificación y preparación previa, y la eficacia de la red de comunicaciones.